
Arquitectura popular berciana
El pueblo de Peñalba constituye el mejor y más conservado ejemplo de la arquitectura popular de la serranía berciana.
Peñalba de Santiago, erguido en la ladera de un monte, minimizado bajo las altas y blancas peñas marmóreas de las que toma nombre, constituye el mejor y más conservado ejemplo de arquitectura popular de la serranía berciana. El pueblo es de tipo concentrado y compacto, agrupándose todo él en torno a la iglesia.
Dentro de su estructura urbana pueden distinguirse tres áreas fundamentales y de antigüedad diferenciada.
La primera se extiende al este de la iglesia, en la parte más alta, y su origen dataría del poblado surgido al abrigo del monasterio. la segunda cubre el flanco norte, sobre el solar que ocuparían las desaparecidas dependencias monásticas, a juzgar por los vestigios de cimentaciones halladas y por las frecuentes piedras marmóreas y labradas que se han aprovechado en la construcción de las viviendas allí existentes. La tercera zona ocupa la parte sur, frente al pórtico de la iglesia, donde se hallaban las huertas y el cementerio de los monjes. Es posible que la zona más moderna corresponda al conjunto de la calle Real, con rincones hermosos, llenos de sabor popular, que encuentran su máximo exponente en esa hilera de corredores que se proyectan contra los gigantes calcáreos de Pico Cueto.
Las casas, construidas con piedra pizarra, suelen ser de planta rectangular y, en algunas de ellas, se observan todavía esquinas redondeadas, característica muy arcaica, resultante de la evolución de la vivienda castreña. Normalmente tienen dos plantas: la inferior, para cuadras, bodega y almacén de aperos de labranza, y la superior, dedicada a vivienda. Elemento generalizado en esta segunda planta es la solana o corredor, siempre de madera y en voladizo, que parcialmente se cubren con tablones para resguardo del viento y del frío, aunque tampoco faltan corredores balaustrados, con la más variada y sencilla gama de elementos decorativos.
Especialmente digna de mención es la conocida por «Casa de los Diezmos«, restaurada, donde, según la tradición popular, era guardada la décima parte de las cosechas con la que cada vecino debía contribuir al sostenimiento de la iglesia de Astorga.
El conjunto de Peñalba, con su ramillete de casas apiñadas alrededor de la iglesia, en el centro de un paraje majestuoso, y de un ambiente medieval y silencioso que todo lo envuelve, siempre ha suscitado elogios y bellas palabras entre cuantos lo han visitado. Así, Rollán Ortiz, en su libro «Iglesias mozárabes leonesas» (1976), dice: «Peñalba de Santiago es, como el de Montes, un pueblo detenido en un lejanísimo día medieval, en mitad de un pródigo derroche de la naturaleza» Más expresivo, si cabe, es Luis Pastrana en «Provincia de León» (1980): «Pocos lugares hemos conocido como Peñalba. Las casas, piedra gris y lajas de pizarra en el teja-do, forman parte de la tierra; sus mismas gentes son los personajes indispensables de un cuadro insólito». Pedro García Trapiello, al escribir la última «Guía de León» (1992), no olvida otro importante aspecto de los atractivos peñalbeses: «El pueblo es en sí mismo y en sus gentes un capítulo bastante puro de la etnografía leonesa. Si fascina el lugar, su iglesia embelesa».
Y es que hablar de etnografía en Peñalba es hablar de lo cotidiano, de sus costumbres, de las tradiciones y consejas secularmente heredadas, de las faenas agrícolas y de sus fiestas, con el patrón Santiago como manifestación más importante.
Textos obtenidos de obras de David Gustavo López